olas

Este año he tenido tiempo de observar a la gente.
Algunas personas son más de chocarse con la ola de frente, con miedo de lo que pueda pasar pero conscientes del choque inminente y sabiendo que la ola la romperán con sus propias manos; otras, se giran, intentan que la ola salpique lo más mínimo y si se mojan o se congelan es muy difícil entrever si de verdad les dolió el golpe o simplemente la dejaron pasar.
He aprendido a entender las dos formas de ver las cosas, a saber que cualquiera de las dos es válida y una no es más fácil que la otra. Cualquiera puede elegir cualquiera: la ola se rompe igual, y la persona lo siente de la misma manera.

"i bravely face my circumstances"

Y es que la sal escuece, es irremediable. Se mete en cualquier herida, por mínima que sea
(las más pequeñas son las que más duelen) y te recuerda con qué tropezaste, el momento el que soltaste aquel insulto y miraste a los lados por si alguien te había visto. Se seca en tu piel y no te suelta hasta que no vuelves a lavar la herida una y otra vez. 
La cicatriz es cuestión de tiempo. Y esta es de las pocas lecciones que aprendí hace mucho tiempo y sigo sintiendo como nunca. Pica, el que se recupere acaba picando y normalmente basta que pique lo más mínimo como para rascarse como si no hubiera mañana y estropear toda la cura que se ha llevado acabo: ese momento en el que vuelves a pensarlo, intentas reestructurar mil opciones en tu mente, mil universos en los que todo salía bien.
Y al final, sin casi enterarte, sin casi notarlo y al cabo de muchos días, algunas semanas, unos pocos meses, la costra se cae. Se cae cuando ni te das cuenta, cuando empiezas a dejar de recordar ese nombre, ese momento, cada día y cada hora. Y cuando por fin te das cuenta de que lo has olvidado, lo miras y está curado.
El proceso es el mismo para todos. Nada, ni nadie, es capaz de acelerarlo ni de ralentizarlo, simplemente ocurre. Y qué deciros, que cualquier herida duele. Para cada persona es distinto y por eso debemos entender que no importa el qué, el quién...

Echo mucho de menos las olas, la sal y la humedad que me ayudaba a respirar. Echo de menos quedarme mirándolas, entendiendo cómo se rompían, rompiéndome con ellas, como digo siempre.
Porque todas y todos lo hacemos.
Siento, tan tan dentro, que somos tan capaces de superar esas heridas, que no merece la pena preguntar el qué, el cuando, el quién: simplemente sentirlo, compartirlo.
Cuando hay alguien que comparte ese peso, ese escozor al meterte al mar, todo es más fácil, más sencillo y más verdadero.

No nos privemos nunca de intentarlo.


muchísima suerte a todas y todos los que la necesitáis
buenas madrugadas de estudio,
m.